sábado, mayo 12, 2012

El reloj de la innovación.


El tiempo es una fascinación y, por ende, el tema máximo de preocupación. A veces, me topo con gente desprovista de tal información y otros que existen como si fuera -un lapso- una inagotable acción de Dios, pero…
En la muñeca siempre lo he llevado y con una elegante expresión, mirarlo, me ha gustado. Por mi padre esta tendencia la he conservado y aunque las circunstancias me han atribulado, del reloj analógico no me he separado.
El que hoy adorna la parte superior de mi mano, es la ironía transparente (diáfana). La logré capturar por allá en el 2006 y con los recursos entregados por la bonificación a mi esfuerzo no dudé en que estuviera conmigo.
Yo ya sé que el tiempo está torcido, las máquinas ahora rigen su sentido. Acelerado de por si, siete veces sobre lo humanamente conocido. Aquello es el régimen digital para todo lo que se nos ha cernido, pero mantengo la ironía diáfana para con un sentido: El tiempo elegante es siempre bien reconocido.
De verdad que siento esto con mi objeto de culto concedido. El reloj de pulsera en el hombre le da un sentido: Calidad para ver agujas moverse en un sentido y decir el lapso del día que se ha vencido. 
Espero el día en que renueve mi dispositivo, obviamente gastaré el dinero que acepten mis sentidos y aguante mi bolsillo. Tendrá que tener el nuevo tiempo incluido, ese que para relojes viejos no es percibido.
Mi cuento es este: Que pase el tiempo analógico a ubicarse en una posición, porque el digital llegará y por todos se deberá comprar. Tal y como hace ya 42 años virtuales la ironía me llegó y todo me lo transparentó. Diáfana es la situación, para con los efectos nuevos y modernos de adquisición.

jueves, mayo 10, 2012

Los Zapatos para mis pies cansados.


Buscando entre las tiendas de renombre de mi país, siempre los zapatos son una gran fuerza motriz. El calzado es lo más importante, en mi juventud, mi padre me recitaba. Claro estaba que yo no dudaría en que en tres puntos específicos estarían. Quizás un punto cardinal o en artistas del calzado; sin dudarlo, pensaría en alguno al ponerme guantes en las manos.
Así me iba por la vida buscando el abrigo y comodidad para mis pies leales y, luego de una gran caminata, cansados de tanto andar. En la trinidad me veía, hasta que vi los habitáculos perfectos, en diseño y material, que cuidarían de la base de mis extremos. Pensé en un frío invierno y pantalones rectos que armarían el cuadro, más esos zapatitos estarían haciendo el evento perfecto.
Otra vez junté el dinero y el precio no tenía relevancia, más la imagen en mi cabeza ya estaba en pantalla. Pagué y en su caja me los quise traer. Crema para su cuidado les compré y no medié oportunidad para sentirlos en mis pies.
Pero una gran desilusión comencé a temer, cuando me fijé que sus tapillas -de avanzado diseño- en ninguna parte volvería a obtener. Se sumaba así que su cuero delicado no soportó mucho el asediado training que tengo como regla aplicar a todo mi calzado. Y el sentimiento se volvió amargura, al ver como los tacos se desprendían de la fijación que asidos los mantenía.
Ahora estoy detenido, esperando encontrar un nuevo exponente del calzado y entregar mi dinero para mis pies cansados.  La trinidad se ha roto porque uno de sus artífices no logró mantener la relación: precio calidad es mi razón. Ahora he salido de la tripartita opción y estoy mirando unos que tienen toda mi admiración.

miércoles, mayo 09, 2012

Un relato para un concurso


Ya había juntado el dinero y esperaba el momento preciso. El producto ya estaba identificado y recorría las tiendas para verlo y saber que estaba ahí: aquella tienda y tal piso. No perdía el tiempo en observarlo a través del vidrio de la vitrina, pasaba a la tienda y preguntaba cualquier característica, más el vendedor solo me daba su información que me alentaba a una nueva visita.
Uff, qué ganas de manipular aquella cámara y entenderla a cabalidad. Su precio… Una bestial burrada que estaba dispuesto a asumir y no daría pies a tras. La fascinación por tener tal dispositivo para capturar mi entorno, me dio el impulso suficiente para vender mi vehículo y tener el poder de importe y así hacerme de la tecnología más avanzada del mundo.
Entonces, llegué a la tienda seleccionada y el vendedor que más se conminó fue el que me la cedió. Yo di mi dinero y en una bolsa firme el anhelado producto se me entregó.
Aún recuerdo esos días en donde la carrera era hacerme del dinero y satisfacer mi impetuosa intención de tener una cámara filmadora y así capturar, en video, toda la emoción a mi alrededor. 
Esos metros saliendo de la tienda y pensando en mi nueva condición, aún estén en la memoria y no dejo de sentir emoción. Quizás, será lo mismo que las mujeres comprándose unos zapatos de colección. Sin embargo, entiendo que los hombres compramos, muchas cosas, para ampliar nuestras capacidades y tener más acción: Graficarlo todo en una singular operación y trascender vía la adquisición.
Bienes y servicios tienen que llenar una intención: Los que los adquiriremos necesitaremos saber que hemos capturado una nueva situación, en mi caso; modernización.

miércoles, febrero 08, 2006

Todo está in

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