El reloj de la innovación.
El tiempo es una fascinación y, por ende, el tema máximo de preocupación. A veces, me topo con gente desprovista de tal información y otros que existen como si fuera -un lapso- una inagotable acción de Dios, pero…
En la muñeca siempre lo he llevado y con una elegante expresión, mirarlo, me ha gustado. Por mi padre esta tendencia la he conservado y aunque las circunstancias me han atribulado, del reloj analógico no me he separado.
El que hoy adorna la parte superior de mi mano, es la ironía transparente (diáfana). La logré capturar por allá en el 2006 y con los recursos entregados por la bonificación a mi esfuerzo no dudé en que estuviera conmigo.
Yo ya sé que el tiempo está torcido, las máquinas ahora rigen su sentido. Acelerado de por si, siete veces sobre lo humanamente conocido. Aquello es el régimen digital para todo lo que se nos ha cernido, pero mantengo la ironía diáfana para con un sentido: El tiempo elegante es siempre bien reconocido.
De verdad que siento esto con mi objeto de culto concedido. El reloj de pulsera en el hombre le da un sentido: Calidad para ver agujas moverse en un sentido y decir el lapso del día que se ha vencido.
Espero el día en que renueve mi dispositivo, obviamente gastaré el dinero que acepten mis sentidos y aguante mi bolsillo. Tendrá que tener el nuevo tiempo incluido, ese que para relojes viejos no es percibido.
Mi cuento es este: Que pase el tiempo analógico a ubicarse en una posición, porque el digital llegará y por todos se deberá comprar. Tal y como hace ya 42 años virtuales la ironía me llegó y todo me lo transparentó. Diáfana es la situación, para con los efectos nuevos y modernos de adquisición.
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